ATRACTOR

Cuando se habla en medios de comunicación de Inteligencia Artificial siempre hay un componente distópico que parece coartar las posibilidades de los algoritmos. Pareciera que los medios delimitaron una figura virtual que determina que detrás de cualquier avance científico hay un interés privado que acabará por tomar provecho de las tecnologías para fines egoístas. La desconfianza no es infundada: existen riesgos reales sobre la libertad y el control biopolítico y económico a través de estos modos de vida digitales, sobretodo cuando las tecnologías están en manos de unas pocas empresas que conservan en cajas negras sus desarrollos. A esto se refiere Yuk Hui cuando habla del imperio de la monotecnología1, que atenta contra la tecnodiversidad. Sin embargo, esos velos de sospecha alrededor de la IA también subrayan la aparente dificultad para entender y aproximarse a las estructuras y potencias que componen las nuevas tecnologías.